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MACIEL: Linaje de origen Portugués. Una rama pasó a Chile y al Río de la Plata. Escudo partido. 1 de plata dos flores de lis de azur puestas al palo. 2 de plata, media águila de gules armada de sable y moviente de la partición.

Vea : ' Los MACIEL en la Historia del Plata ' por el célebre historiador Luis Enrique Azarola Gil :




TEMAS DE VANGUARDIA.-ORÍGENES DE LA GENEALOGÍA EN EL URUGUAY.
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WWW.SCAVARELLI.COM.-URUGUAY.- OPINIONES DE VANGUARDIA.-

Por Enrique Javier YARZA ROVIRA.
Columnista de OPINIONES DE VANGUARDIA

ORÍGENES DE LA GENEALOGÍA EN EL URUGUAY. SEMBLANZA BIO-GENEALÓGICA DE SUS PRECURSORES.
PRIMERA PARTE: . ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DE LA GENEALOGÍA.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el interés por la genealogía nace en una fase tardía de nuestra historia; esto ocurre recién en las primeras décadas del siglo XX.

Una evocación sinóptica nos obliga a repasar la evolución histórica de la genealogía en nuestro país, con el propósito de comprender mejor el momento actual y de allí, proyectarnos al futuro como agremiación integrada a la cultura nacional.

Nos encontramos inmersos en un nuevo siglo y milenio, con todos los desafíos, conflictos y esperanzas que supone el mundo tecnológico y globalizado en que nos toca vivir. El presente y futuro nos deparan un notable desarrollo de esta disciplina, cada vez más en boga, y ante este hecho debemos contar con un instituto emprendedor, dinámico, pujante, depositario de la memoria colectiva ancestral.

El Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay ha desarrollado, durante los veinticinco años de su existencia, una actividad académica variada e ininterrumpida en favor de nuestra disciplina, testimonio y orgullo de todos nosotros, y que espera su continuidad en los genealogistas presentes y futuros.

Como adelantábamos, los estudios genealógicos fueron prácticamente inexistentes tanto en la época colonial como durante la primer centuria de la vida independiente de nuestro país.

A excepción de algunos historiadores como Isidoro de María en su “Rasgos biográficos de hombres notables”, o de algún caso aislado de intelectuales que tuvieron la inquietud de investigar su genealogía –como Antonio Pereira que publica en 1895 “Casas de Antaño”-, no encontramos, en el siglo XIX, un interés en la sociedad por conocer sus raíces familiares.

Muchos factores coadyuvaron a este desconocimiento o desinterés por la genealogía.
En primer lugar hay que tener presente que la genealogía era concebida como una disciplina aristocrática, elitista, privativa de las casas reales o de los estamentos nobiliarios. Sólo los nobles tenían genealogía, y el común de la gente veía con desprecio y suspicacia todo lo relativo a los privilegios de cuna o a los títulos adquiridos por regalías.

En segundo término, lo que hoy es conocido por Uruguay, era otrora “tierras sin ningún provecho”.

A comienzos del siglo XVII, fue la visión premonitoria del criollo Hernandarias la que apreció, en toda su significación y alcance, la promisoria fecundidad de la pradera oriental, y echó las bases sustentadoras de una nueva fundación material y cultural con la introducción de los ganados y la promoción de la labor evangelizadora de las misiones jesuíticas.

A partir de entonces, en la pradera oriental, trasmutada de despreciada “tierra de ningún provecho” en rica “vaquería”, se irían gestando los hombres nuevos del país, nuestros primeros antepasados “paisanos”: tapes proveninetes de las Misiones Orientales y “faeneros” que venían de tierras santafesinas y de Buenos Aires para comerciar el ganado.

Pero, igualmente, y atraídos por esta riqueza pecuaria, muy pronto llegarían los “bandeirantes”, forjados en el mestizaje luso-indígena-africano del contorno paulista que, en reiteradas correrías, arreaban grandes contingentes de vacunos para sus territorios. Claro está que durante la unión de dos coronas ibéricas bajo los Felipes (1580-1640), tales incursiones no eran punibles siendo que los “bandeirantes” eran súbditos de Castilla.

Pero, una vez consumada la segregación de Portugal del reino de Castilla, sus empresas pasaron a ser una agresión de despojo y pillaje en territorio ajeno. La nueva situación geopolítica determinó entonces el choque y conflicto entre los intrépidos súbditos brasileños del Rey portugués y los paisanos tapes de las Misiones Orientales, súbditos del rey castellano de Indias. De ahí en más la entonces “Banda vaquería” se convirtió en la “manzana de la discordia”, en una conflictiva “frontera de vaivén” entre los dos reinos ibéricos rivales.

Es así que, el interés de España por estas tierras sólo comenzó como contrapartida al avance lusitano de fines del siglo XVII. A diferencia de las demás capitales de los actuales países hispanoamericanos, fundadas durante el reinado de Carlos V y Felipe II (1519-1598), Montevideo nace, como respuesta a la acechanza lusitana, durante el período borbónico recién en 1726. Esta diferencia cronológica y el consecuente corto período de dominación española, evitó consolidar diferencias sociales de notoriedad como en otros territorios americanos.

Nuestro país es la última región americana en incorporarse al Reino de Indias, lo que permitió la formación de una sociedad basada en un substracto igualitario ajeno a los privilegios y títulos nobiliarios. Ante la ausencia de familias pobladoras provenientes de Buenos Aires o del litoral argentino, fue necesario acudir a pobladores metropolitanos y, en este sentido, el auto de agosto de 1726 expedido por el gobernador de Buenos Aires D. Bruno Mauricio de Zabala, ofrece las mejores condiciones posibles a los nuevos pobladores canarios que llegarían a finales de dicho año.

En este auto, entre otras prebendas contenidas agrega: “por honrar las personas hijos y descendientes legítimos de los que se obligaren a hacer población y la hubieren acabado y cumplido su asiento los haremos hijosdalgo de solar conocido para que en aquella población y otras cualesquiera partes de las Indias sean hijosdalgo y personas nobles de linaje y solar conocido y por tales sean habidos y tenidos y les concedemos las honras y preeminencias que deben haber y gozar los hijosdalgos y caballeros de estos Reinos de Castilla, según fueros, leyes y costumbres de España ”.

Al respecto, son ilustrativas las palabras del maestro Juan Alejandro Apolant relativas a la condición noble de hidalgos otorgada por la Corona de Indias a estos humildes canarios, pobladores fundadores de Montevideo.

Dice al respecto: “Todos aquellos primeros pobladores de Montevideo se convirtieron ipso facto en hijosdalgos, aunque prácticamente ninguno de ellos ni sus descendientes hicieron jamás uso de esta prerrogativa...”. Y aún adicionalmente agrega: “Montevideo, aunque fue en principio una ciudad de hijosdalgos, nunca conoció la nobleza y el señorío, distinciones sociales o prejuicios de clase fueron siempre ajenas al pensamiento de sus pobladores que se reclutaban, casi sin excepción, de gente del pueblo; y aunque de ellos se formaron y surgieron en el transcurso de los años las llamadas familias principales, también ellas permanecieron como prototipos de una burguesía democrática sin diferencia de clases”.

Así se iniciaba el embrión social montevideano con el doble aporte del hidalgo hispano proveniente de las islas Canarias y el humilde apoyo material y humano de los tapes misioneros, con que iniciaban la gesta fundacional de la nueva patria americana. Confluían así, en aquel acto, al decir de Washington Reyes Abadie “las dos vertientes constitutivas del futuro ser oriental: la raiz originaria indoamericana de las Misiones, y el enérgico empuje genésico de la hispanidad que conformarían el hondo sillar, étnico y espiritual, de nuestra comunidad desde entonces y para siempre”.

De esta manera, por el empuje de los fundadores españoles, de modesta prosapia pero de noble tenacidad de carácter, se fueron arraigando en los diversos parajes del vasto desierto campesino de la vieja Banda Oriental, enfrentando el peligroso “hábitat” del jaguar y del puma, las manadas predatorias de los perros cimarrones, del indio salvaje y del gauchaje alzado, nuevos centros poblados de la futura progenie uruguaya bajo el signo tutelar de la fé católica e intercomunicada por la superior excelencia de la lengua castellana.

Asimismo no debe soslayarse tampoco el sistema de producción pecuaria que hermanaba en la más rayana igualdad tanto a los grandes hacendados como a los peones rurales, todos conocedores de la miseria y sacrificios de los trabajos rurales. Este “modus vivendi” tan singular de estas latitudes, era muy diferente a los países en donde existían minas de oro o de plata, plantaciones o encomiendas, en que su infraestructura económica determinaba sociedades estratificadas y proclives a la diferenciación social.

Desde entonces iban a quedar establecidas las tres constantes de la ecuación histórica en la tierra oriental: la pradera, la frontera y el puerto.
En la circunstancia de enfrentamiento entre los hombres de la pradera, acaudillados por el espíritu libertario e igualitario de Artigas con el egoísta afán hegemónico de la ciudad puerto, se produce durante la guerra de independencia el desgarramiento de la sociedad fundacional.

Artigas fue el mejor ejemplo de igualdad y libertad. Su ideario lo puso de manifiesto en las Instrucciones del Año XIII y lo plasmó en el “sistema de los pueblos libres” conocido como La Liga Federal que abarcaba las hermanas provincias de Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Sante Fé y Córdoba, además de la Banda Oriental. Precisamente su excesivo sentido igualitario y libertario provocó la ira y la animadversión de las oligarquías portuarias, tanto de Buenos Aires como de Montevideo, ante la amenaza de la limitación de sus privilegios, lo que culminó a la postre con su derrota y el final del proyecto americano reivindicativo de Artigas.
Es ilustrativa la carta que dirige Artigas al Cabildo de Corrientes en 1816 a propósito de la igualdad entre las personas y en el justo tratamiento a los indios: “maldita costumbre creer que los engrandecimientos vienen de la cuna”.
Nuestra Constitución de 1830 consagra el principio de igualdad al establecer que todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes. Declaró abolidos los títulos nobiliarios, la fundación de mayorazgos y todos los privilegios, honores o distinciones hereditarias.

Constituído ya el Uruguay en país soberano e independiente, se produce un aluvión de inmigrantes provenientes de la convulsionada Europa que concluyó por sobreponerse a la matriz originaria hispano-criolla, aunque su aporte numérico no logró desarticular la idiosincrasia primigenia. En suma, puede decirse que la condición étnica del “uruguayo” es la integracion de la matriz hispano-criolla oriental más “lo gringo”, como fueron denominados genéricamente los inmigrantes.

Como consecuencia, y ante esta amenaza que suponía un “quiebre de la identidad fundacional” es que surge un movimiento intelectual proveniente del patriciado que busca ahondar en las raíces genealógicas de la historia patria, con el propósito de diferenciarse de los nuevos contingentes humanos considerados advenedizos. En mérito a ello, el interés en la genealogía se convierte en una necesaria e impostergable respuesta ante los cambios demográficos y sociales que el país estaba atravesando.

Desde la segunda década del siglo XX, muy tímidamente comienzan a publicarse los primeros escritos genealógicos. Como no podía ser de otra manera, el historiador Ramón Llambías de Olivar estrena la nómina de precursores con su obra genealógica publicada entre 1923 y 1925, referida al linaje del héroe nacional D. José Gervasio Artigas.

Un año después, el diplomático e historiador Luis Enrique Azarola Gil publica en París el primero de sus libros intitulado “Veinte linajes del siglo XVIII”. A esta primer y original creación genealógica le siguieron: “Crónicas y linajes de la Gobernación del Plata” (1936), “Los San Martín en la Banda Oriental” (1940), “Azarola. Crónica del linaje” (1940), “Los Maciel en la Historia del Plata” (1940), y “Apellidos de la Patria Vieja” (1942), todos de la misma autoría.

Nuestra primer vicepresidenta Doña María Garibaldi de Sábat, en el acto de inauguración de las “Primeras Jornadas Uruguayas de Genealogía”, realizadas en noviembre de 1980, sintetizó magistralmente la obra de ambos investigadores con estas palabras: “que habían dado su verdad a la historia uruguaya encaminada a su madurez porque no hay historia de pueblos, sin estudiar las raíces de quienes los formaron”.

Proféticas palabras de Doña Matilde, ya que su pensamiento es compartido hoy por varios países que han emprendido a nivel escolar y licial el estudio de la “historia familiar” como parte de la historia nacional o patria.

En la vecina orilla, el origen y evolución de nuestra disciplina siguió el mismo proceso. Podemos citar para el período de entreguerra la obra de Carlos Calvo (1936): “Nobiliario del antiguo Virreinato del Río de la Plata”, en cuyos 6 tomos se ilustran las genealogías de centenares de familias del patriciado argentino, con miras a diferenciarlas de los advenedizos inmigrantes o expatriados recién llegados al principal puerto platense.

En el año 1940, un grupo de intelectuales acaudillados por los historiadores Enrique de Gandia y Miguel Martínez de Bethencourt y Gálvez, fundan el Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, y nace de esta manera la primera institución genealógica de carácter nacional, con estatutos debidamente aprobados y con proyección académica, que muy pronto sería ejemplo para otras instituciones provinciales argentinas y un antecedente ineludible en la formación del Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay.

Volviendo a nuestro país, y coincidiendo con la muerte de Azarola en 1966, un ciudadano alemán naturalizado uruguayo, publica la más grande obra publicada hasta ese momento: la monumental “Génesis de la familia uruguaya”.

Su autor: Juan Alejandro Apolant (1903-1975). Apolant fue fundador, junto a otros destacados historiadores, del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo (CESPAU), entidad precursora de nuestro Instituto. Su obra cobró merecida fama por su ciclópea recopilación de los primeros años de la sociedad oriental (1726-1767). Su método científico lo llevó a hurgar censos, archivos eclesiásticos y administrativos, periódicos y publicaciones diversas, a los que agregó el resultado de investigaciones efectuadas en el Archivo General de Indias.

Esta obra, verdaderamente un monumento genealógico, es consulta obligada de todo investigador serio que se aboque al estudio de nuestra disciplina. Cabe mencionar otras dos obras de relevancia del mismo autor: “Padrones olvidados de Montevideo del siglo XVIII” y “Operativo Patagonia”; en esta última el autor realiza un estudio pormenorizado de la más importante inmigración acaecida en la Banda Oriental durante el período hispánico.

En el período que comprende los años de 1929 y 1979, fecha de fundación de nuestro instituto, único en su género en nuestro país, es dable mencionar otros investigadores que, no tan relevantes para nuestra disciplina como Azarola o Apolant, han abordado la temática genealógica, muchos de ellos tangencialmente como una prolongación de su vocación de historiadores. Nos referimos, entre otros, a Luis Thevenet y su obra:

“De la estirpe artiguista”, publicada en 1929, Carlos Real de Azúa con su brillante trabajo: “El patriciado uruguayo”, Julio Lerena Juanicó “Crónica de un hogar montevideano”, Juan Alberto Gadea, Luis Roberto Ponce de León, Huáscar Parallada, Ariosto Fernández, Justino Zavala Muniz, Alejandro Gallinal o Hubertina de Gomensoro Moyano con su obra: “Apuntes Genealógicos”, o el célebre biógrafo José María Fernández Saldaña y su monumental trabajo: “Diccionario Uruguayo de Biografías 1810-1940”, y tantos otros que nos quedan por el tintero.

Así llegamos al año 1979, año histórico para la genealogía en el Uruguay, en que un grupo de pioneros nucleados por Ricardo Goldaracena –el principal genealogista de ese entonces tras la muerte del Dr. Apolant- deciden fundar, a semejanza de su par argentina, una organización que ensamble a toda la grey genealógica del país. Es así que un memorable 26 de mayo nace nuestro Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay, con Ricardo Goldaracena, autor del clásico “El libro de los Linajes”, como su primer presidente.

De allí en más, la historia de la genealogía y su difusión científica reposa en las actividades organizadas y patrocinadas por nuestro Instituto, y su expresión visible es la “Revista”, cuyo primer volumen se editó ya en 1980 y actualmente lleva 29 números con el presente, muchos de ellos agotados.

Nuestra historia institucional, iniciada a partir de 1979, aún está por escribirse. Es nuestra esperanza ver materializado este sueño y que los recuerdos, anhelos y vivencias de todos sus fundadores y afiliados se vean perpetuados, parafraseando a Azarola Gil, en el libro y en la piedra para ejemplo y provecho de las generaciones venideras.

Con el propósito de rendir un justiciero homenaje, iremos dando en esta columna, una breve reseña biográfica y abordaremos la genealogía de nuestros tres principales precursores: Luis Enrique Azarola Gil (1882-1966), Juan Alejandro Apolant (1903-1975) y Ricardo Goldaracena (1936-2004).



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' Nuestro-Modelo ' escatológicamente hablando :

Sagrada Familia de Jesús de Nazaret

De Wikipedia, la enciclopedia libre

 
Alberto Durero, Huida a Egipto, 1494–1497
Alberto Durero, Huida a Egipto, 14941497
Para otros usos de este término véase Sagrada Familia (desambiguación).

La Sagrada Familia es el término utilizado para desisgnar a la familia de Jesús de Nazaret, compuesta según la Biblia por José de Nazaret, María y Jesús.

Pasajes bíblicos [editar]

  • Anuncio del Ángel a José: "He aquí que el Ángel del Señor le apareció en sueños, diciendo: "José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer: porque lo que en ella ha nacido, de Espíritu Santo es". (Mateo 1,20)

 

 

  • La pérdida y hallazgo de Jesús en el templo: "Sus padres iban cada año a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» El les dijo: «Y, ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres." (Lucas 2,41-52)

 

  • Sus vecinos se escandalizan de El: "¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?" (Mateo 13,54-56)

Véase también [editar]

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